Colonia? ¿Qué colonia?
Fernando Martin
Presidente Ejecutivo del Partido Independentista Puertorriqueño
El Nuevo Día
8 de junio de 2001
EN ESTA misma semana dos tribunales federales, uno en San Juan y otro en Boston, han emitido sendas opiniones que deben llevar a los que faltaban por convencerse a la inescapable conclusión de que la liquidación del colonialismo es tarea urgente e indispensable para nuestro pueblo.
Contrario a lo que quisieran algunos entre ellos el Editor y el Director de este periódico, según lo evidencia el editorial que firmaron el martes pasado- la falta de respeto a la voluntad de nuestro país por parte del Gobierno de los Estados Unidos tanto con respecto a la presencia de la Marina en Vieques, como a la pena de muerte y al control de las aguas del río Blanco es un problema esencial e inherentemente político. Ese problema político, además, tiene nombre y apellido; es un problema de colonialismo cuya única solución permanente y duradera es el reconocimiento de la soberanía que le ha sido usurpada a Puerto Rico. Los dos casos resueltos esta semana -teniendo como telón de fondo la hemorragia de encarcelamientos a los desobedientes civiles- son la prueba más fehaciente de que la tiranía campea por sus respetos en nuestra patria. En el caso de la toma de agua en el río Blanco de Naguabo la Marina ha venido extrayendo -para los seis mil residentes de Roosevelt Roads- más de la mitad del agua de un abasto que debe suplir a los ciento treinta mil puertorriqueños que dependen de esa fuente y que como consecuencia del abuso de la Marina se encuentran crónicamente sin agua. La Marina no sólo no paga -ni ha pagado desde 1944- un solo centavo por esa agua sino que la que le sobra en su represa después de regar su campo de golf en la base de Ceiba, la deja escapar al mar mientras decenas de comunidades aledañas no tienen ni una gota.
Ante este escandaloso cuadro, el Tribunal Federal de San Juan ha decidido que la inmunidad soberana del Gobierno de los Estados Unidos impide que el Departamento de Recursos Naturales puede intervenir en forma alguna con el saqueo del río Blanco. Así de sencillo. La Marina puede hacer lo que quiera con nuestra agua, mientras que a las decenas de miles de familias puertorriqueñas que viven fuera de la base de Roosevelt Roads y que dependen de ese río que se las lleve el demonio. En el segundo caso, un panel de tres jueces del Tribunal de Circuito de Apelaciones de Boston decidió unánimemente que la pena de muerte por ciertos delitos federales aplicará en Puerto Rico porque, aunque la Constitución de Puerto Rico la prohíbe y aunque la inmensa mayoría de nuestro pueblo la rechaza, el Congreso de los Estados Unidos ha decidido imponerla. Así de sencillo. La voluntad de nuestro pueblo no importa un comino.
ANTE EL argumento de que el Congreso estaba impedido por "el pacto" entre Estados Unidos y Puerto Rico de extender la pena de muerte a nuestro país, el tribunal contestó que la única pregunta pertinente al evaluar si una ley del Congreso aplica a Puerto Rico es cuál fue la voluntad del Congreso. ¡Tremendo pacto!
Pero a pesar de estas decisiones siempre ha de haber puertorriqueños que -como Santo Tomás- exigen ver con sus propios ojos antes de creer.
Esos puertorriqueños tambien tuvieron esta semana oportunidad de ver con sus propios ojos lo que significan -en la dimensión más concreta posible- la tiranía y el abuso. La vejación y la humillación a que fueron sometidas las senadoras Velda González, Yasmín Mejías y Norma Burgos, al igual que otras mujeres arrestadas en Vieques a manos de la Policía Militar de la Marina no tiene nombre. La videocinta no miente y la vieron todos los puertorriqueños. Aunque sea por respeto a esas buenas y nobles mujeres atrevámonos todos a llamar las cosas por su nombre. No habrá cura para el paciente si el diagnóstico se limita a enumerar los síntomas, pero evade identificar las causas. Si no nos comprometemos a acabar con la subordinación política que le da licencia al ejercicio de la tiranía estaremos perpetuando los abusos de los cuales nos quejamos. El problema es político y su solución también; lo demás es lavarse las manos como Pilato.