Martin Luther King: Retos al amor
DR. Luis G. Collazo Torres

“De pronto se expandió esa verdad de que el odio es epidémico; de que crece y se difunde lo mismo que una enfermedad; de que ninguna sociedad está bastante sana como para ser inmune al mismo“ En Por que no podemos esperar, Martin Luther King, 1964

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La experiencia del amor resulta ser el elemento más significativo de la vida de los seres humanos. Nuestra humanidad se realiza y alcanza su plenitud a través de una auténtica vivencia del amor. El amor debe ser así el proyecto fundamental en la vida de cada persona y de cada sociedad. Nuestra desvinculación del amor, sea en el plano personal o social, resultará profundamente perjudicial al desarrollo de una vida humanizada y feliz. Esta perspectiva es central en el pensamiento del profeta negro Martin Luther King.

 

Consideremos primeramente el amor como desafío a la sociedad puertorriqueña y aquellos que en el plano personal y colectivo estamos llamados a encontrarlo y afirmarlo. Este desafío está vinculado a nuestra estructura social opresiva basada en la prepotencia, en la falsificación de la dignidad humana y en un mercantilismo depredador. Por el contrario, el amor para lograr realizarse plenamente, requiere de una autentica praxis de libertad y la garantía de un espacio humano inclusivo y cordial.

 

La estructura de clases sociales y económicas, de segregación individual y comunitaria quiebra el espacio humano y la libertad necesaria para la realización del evento amor. Esa fue precisamente la realidad que MLK denunció valientemente hasta el momento de su asesinato. En este contexto histórico limitante y discriminatorio, la práctica del amor queda reducida a círculos estereotipados de la vida social y estilos prefabricados de la vida individual.

En adicción, el modelo consumista y mercantilista que caracteriza la vida de nuestra sociedad contribuye a subordinar las vivencias comunitarias e individuales a la compraventa del tiempo, del espacio, los objetos y de las personas , que así cancelan la autenticidad del amor. La valorización de las personas a partir de criterios competitivos comerciales constituye la desgraciada carrera de “ser” por sobre los demás en lugar de "ser" en convivencia solidaria con los demás. MLK nos ayudó a comprender que la arrogancia racial o clasista depredan la posibilidad de lo que él llamó “la fuerza de amar”.

Esta construcción social que indicamos sólo contribuye al desarrollo de un estado de frustración y subestimación en los que el sistema deja rezagados y marginados, y una actitud de superioridad y enajenación colectiva en los que el sistema coloca en la cima social. Esta realidad reduce al amor a un intento superficial, individualista y arrogante de la persona como ente social. En este sentido, a nivel personal, solo podemos intentar un amor que en su dimensión comunitaria y colectiva ha quedado depredado por las mediaciones sociales. Se puede decir que ese amor que intentamos a niveles individuales resulta ser en sí una caricatura del amor. No se puede dar un amor auténtico y genuino en el plano individual y colectivo cuando en su complemento social y comunitario se reduce en sentimiento hipócrita, superficial y egocéntrico. Esa manera de ubicar el amor está limitada por el discrimen, el fanatismo religioso, los estilos alienantes de ser en comunidad y el vacío existencial que acarrea.

El amor, para alcanzar su expresión plena, tiene que darse en la totalidad e integridad de la vida. Amar es vivirse uno hacia y desde todas las dimensiones de la existencia. La sensación de caos, de ausencia de futuro esperanzador en la historia y de vacío comunitario son signos concretos del desahucio del amor en la sociedad contemporánea. Bien nos alerta Martin Luther King cuando nos recuerda lo depredador que resulta todo odio y lo estéril de toda violencia. Honrar a este profeta de la justicia y la paz implica denunciar las contradicciones que vivimos cada día al interior de nuestra sociedad y nuestra aldea global.

Debemos tomar conciencia de que esta realidad nos es pertinente y por tanto su transformación radical exige nuestra acción responsable y radical. Esta opción puede ser tomada de la perspectiva bíblica del amor. Desde ésta podemos comenzar por indicar como una auténtica expresión del amor lo constituye el elemento de la solidaridad radical y la espiritualidad revolucionaria. Hoy nos urge afirmar, como Martin Luther King en 1964, “por eso no podemos esperar”. El desafío es URGENTE.