El Partido Popular seleccionó ya su candidato a la gobernación. No pudo ser quien era su primera opción (la señora Gobernadora). No pudo ser quien era la segunda opción (el Lcdo. Hernández Mayoral). En un apretado tercer lugar –porque más de un líder popular tuvo que silenciar su preferencia por otros candidatos –llegó el Lcdo. Acevedo Vilá, en lo que es, cuando menos, una historia bastante peculiar de cómo nace un candidato.
Son las vueltas que da la vida. Hoy encabeza la papeleta del PPD la misma persona que a los ojos de la Gobernadora y del liderato popular, hace apenas unas semanas no era candidato ni siquiera a revalidar en su puesto de Comisionado Residente. Para acentuar la ironía, el proceso de selección utilizado por el PPD fue el mismo que tanto han criticado al Partido Independentista Puertorriqueño: la consulta a la base del partido. La diferencia es que en nuestro caso, responde a un interés genuino de que el proceso no lo decida quien más endosos recoja o quien más publicidad se pueda agenciar para unas primarias, sino la voluntad de la militancia de base. En el PPD sólo fue un remiendo torpe para subsanar la mala impresión-denunciada por los mismos líderes populares— que dejó la imposición del candidato anterior. Por eso, el proceso que a nosotros nos toma meses, porque son de verdad reuniones de discusión y evaluación, el PPD lo llevó a cabo en una sola tarde. Pero después de todo, quizás no hay que ser tan duros con ellos en este aspecto porque, ¿cuántas alternativas les quedaban a estas alturas?
Lo que nos tiene que preocupar ahora a los que desde afuera vemos el quita y pon de candidatos en el PPD es que cada candidato que seleccionan, representa una involución en las posturas de ese partido, y por lo tanto, un auténtico peligro para el destino político de nuestro país. El liderato del PPD parece haber encontrado cierta vocación cangregil; la del retroceso político.
Todos recordamos el cambio de actitudes de la Gobernadora cuando aquella enérgica defensa del derecho a los viequenses a vivir en paz que desplegó durante la campaña electoral se convirtió en un balbuceo blandengue una vez llegó a La Fortaleza. Aún así, al lado de la posición (o la falta de ella) de Hernández Mayoral en cuanto al mismo tema, hasta parecería valiente la actuación de la señora Calderón. Entra en escena el nuevo candidato a la gobernación y ¿qué tenemos? Para complementar su súplica de que la Marina continúe operando en Ceiba, ha propuesto que Roosevelt Roads se convierta en el centro de operaciones de la agencia federal conocida como Homeland Security, el invento norteamericano que pretende convertirse en algo así como la Gestapo occidental. Si algo ha probado nuevamente el alto liderato del Partido Popular (y digo alto liderato porque, como otra muestra del desgarre institucional de la pava, me parece que sus posturas no son representativas ni del liderato intermedio ni de su base) es que siempre encuentran cómo batir su propio récord de entreguismo y claudicación.
Primero, hay que poner en claro que la propuesta de Acevedo Vilá nada tiene que ver con la “actividad económica” que se pueda generar en Ceiba. Tanto él como sus predecesores en la candidatura a la gobernación han dicho claramente que no importa si la base se queda con un mínimo de operaciones (o sea, sin que genere ni empleos ni ganancias para el municipio), lo que importa es que se quede. Si la Marina se va y llega el Homeland Security, que es la agencia con el mayor nivel de seguridad interna en todo Estados Unidos, ¿a cuántos residentes del área este piensa Acevedo Vilá que van a contratar para que encabecen la estrategia norteamericana en contra del terrorismo y de toda amenaza extranjera? El candidato popular a la gobernación sabe que en dólares y centavos, sus propuestas no pueden compararse con lo que significaría el que Roosevelt Roads pase a manos puertorriqueñas y se convierta en un polo de desarrollo económico. Lo que sucede es que entre dar un beneficio concreto y urgente para los puertorriqueños o sentarse en la falda de los norteamericanos, Acevedo Vilá está entre los que prefieren lo último.
Lo segundo es lo que la propuesta de Acevedo Vilá refleja sobre su visión de la democracia. Las actuaciones del gobierno norteamericano en su llamada “guerra contra el terrorismo” han espantado hasta a aquellos que fueron sus aliados al inicio del conflicto con Irak. Sectores extremadamente conservadores en Inglaterra han señalado a los Estados Unidos como unos traidores a los principios bajo los cuales constituyeron su nación, ante el trato que prodigan a los etiquetados como “combatientes enemigos”. Cientos de personas están detenidas, encarcelados en solitario, sin derecho a abogado, sin que se les radiquen cargos y con la única perspectiva de un juicio militar en que su abogado será también un oficial norteamericano con obligación de revelar al tribunal todo lo que le diga su cliente.
Los concejos de más de 130 ciudades norteamericanas y tres gobiernos estatales han aprobado resoluciones en las que reafirman sus prerrogativas de no cooperar con investigaciones gubernamentales que violen derechos fundamentales. Cientos de bibliotecas públicas han optado por destruir sus registros de libros prestados o de acceso a las computadoras antes que entregar al gobierno información sobre los hábitos de lectura de ciertos usuarios.
Lo que quiere Acevedo Vilá es que en suelo puertorriqueño le demos asilo a los responsables de que reine esa barbarie, que recibamos como redentores a los nuevos verdugos de la democracia. ¿Cómo alguien puede querer eso para su país?
El Partido Popular celebrará este viernes un aniversario más de la constitución con la que se selló nuestra relación de subordinación política a los Estados Unidos. Debería ser, para sus líderes, una oportunidad para reflexionar sobre los derechos individuales que se consagran en ese documento, para ellos sagrado, y que son los mismos derechos que hoy pisotean aquellos a quienes ellos suplican que se instalen en nuestro suelo. Podrían también preguntarse si van a seguir ufanándose de la “defensa común” que ya ha costado ocho vidas puertorriqueñas en una guerra absurda, o si van a hacer acopio de un mínimo de dignidad y patriotismo para exigir que devuelvan a nuestros soldados. Porque con lo que hemos visto hasta ahora, si me preguntan cuál es, en términos ideológicos y de lealtades nacionales, la diferencia entre Acevedo Vilá y, digamos, doña Miriam Ramírez, me daría trabajo encontrar la respuesta.