Tras su reunión con Rubén Berríos, candidato a la gobernación por el Partido Independentista Puertorriqueño, el Dr. Pedro Rosselló, precandidato por el PNP, demostró que en el tema de status, por encima de los matices que cada cual le quiera dar, está en el mismo sitio que el liderato del PPD. Cada uno por sus razones, el liderato estadista y estadolibrista son abogados del inmovilismo, partidarios de la continuación perpetua de la colonia que tan bien les ha servido cuando de turnarse en el poder se trata. Claro que en estos tiempos, después de Vieques, con el destino de Roosevelt Roads en ascuas, y con tantos temas fundamentales (economía, cultura, deterioro social) apuntando a nuestra relación política con los Estados Unidos como su raíz compartida, nadie puede decir con la cara seria, que “el status no está en issue”. La solución, pensarán ellos que muy salomónica, es decir “el status está en issue, pero sólo en mis términos”.
Por eso el Dr. Rosselló insiste en llevar un caso a los tribunales, amparándose en el precedente de las determinaciones judiciales relacionadas con la lucha por la igualdad racial en los Estados Unidos. No es que el Dr. Rosselló no se dé cuenta de que esa analogía equivale a la proverbial comparación de chinas con botellas. Como orgulloso ciudadano americano sabe bien que esas opiniones fueron la consecuencia, no la causa, de un clamor gestado en las calles, las escuelas, los espacios públicos en los que la segregación ya no daba para más. También sabe que una y otra vez los tribunales norteamericanos han adoptado la postura de manos afuera cuando se trata de poner el dedo en la llaga del status político de Puerto Rico. De hecho, aun el más importante de los famosos casos insulares, llega al tema por la vía indirecta de controversias tarifarias.
Tampoco le es desconocido al exgobernador el hecho de que el Congreso norteamericano no es un cuerpo consultivo ni un oráculo político, como parece sugerir su propuesta de emplazar a los legisladores norteamericanos para que se pronuncien sobre cada una de las opciones de status, ni ignora que cualquier votación como las que ya se han realizado, mecanismo en el que también ha insistido, rodará por el mismo camino del olvido que los anteriores plebiscitos o referenda. Pero al menos con esas opciones natimuertas entretiene al electorado estadista, y haciendo que hace, subraya de paso la incomodidad de su rival primarista con el tema de nuestro destino político.
Para contrastar con la imagen arrogante e impositiva que tan bien cultivó el Dr. Rosselló desde la gobernación, el candidato del Partido Popular, Lcdo. Acevedo Vilá, se ha inclinado por una retórica archidemocrática: la salida de este atolladero centenario recaerá “en manos del pueblo y no de los partidos políticos”. Con esa postura, el reinstalado presidente del PPD mata tres pájaros de un tiro. Primero, busca hacerse simpático a todos los que, desencantados con lo que ha sido la trayectoria del PPD y el PNP resienten a viva voz lo que esas instituciones han hecho con la política partidista. En esa línea, simula autoflagelarse con la fingida admisión de que la institución que él dirige no da la talla para las aspiraciones de un sector cada vez numeroso, pero no hace nada para corregir el problema. Bajo la doctrina católica sería algo así como acto de contrición sin ningún propósito de enmienda.
En segundo lugar, clamando por que “hay que quitar el tema de las manos de los partidos políticos”, el liderato popular se agarra de la generalización –una de las formas mas deleznables de la mentira—para meter en la olla a todos los partidos. O más precisamente, para hacer pagar al PIP por los pecados de los líderes estadistas y estadolibristas. Aunque esa no es una estrategia nueva, el liderato popular ha hecho claro que, ante la oportunidad que se le presenta al PIP en estas elecciones como resultado del descrédito del PPD y el PNP y de la fortaleza de candidaturas como las de Rubén a la gobernación y Fernando a San Juan, van a arreciar con una campaña anclada en su empeño de hacer creer al pueblo que “todos son iguales”. Es su manera de negarle al pueblo una alternativa distinta y de crear en la gente una impresión de resignación con el fétido caldo de cultivo en el que ha prosperado la mediocridad de los gobiernos PPD y PNP.
Finalmente, al negarle una responsabilidad primaria a los partidos en el tema del status, so pretexto de darle espacio al pueblo, lo que hace el presidente del PPD es arrellanarse en la butaca del inmovilismo, porque lo que busca es precisamente que no sea su Partido el responsable de iniciar un proceso de descolonización. Supongo que mientras tanto, él, con democrática generosidad, estará esperando por la propuesta que las masas, sin intervención de los partidos, llevarán hasta su oficina en Puerta de Tierra. A fin de cuentas, lo que busca el liderato estadolibrista (o, para ser justos, una parte de ese liderato), no es que el pueblo decida, sino cómo escamotearle al pueblo la oportunidad de decidir.
Ayer comenzó una nueva sesión legislativa. La mayoría parlamentaria del PPD tiene la oportunidad de legitimar sus promesas sobre el tema del status presentado legislación ahora, cuando tienen la oportunidad. Si optan por no hacerlo, esa inacción, unida al veto que han querido imponer sobre el asunto del status primero el Dr. Pesquera, y hoy el Dr. Rosselló, nos darán la razón a los que advertimos desde ya complicidad de líderes estadistas y estadolibristas para que aquí no pase nada. Tendrán además que responder por sus insistencias en mantener el semillero de estadistas que es el ELA colonial; llevan ya más de medio siglo criando cuervos para que les saquen los ojos. Les toca a los líderes del PPD decidir si quieren estar del lado del Dr. Rosselló o de parte de los esfuerzos para un futuro no colonial para Puerto Rico.