En esta noche, parte de la tradición de tres décadas del Comité de Mayagüez del Partido Independentista Puertorriqueño, presentamos nuestros respetos al Caballero de la Raza, José de Diego. Y quiero recordar que precisamente en la celebración del natalicio de nuestro prócer, el 16 de abril de 1932, se consumó la tragedia a la que don Pedro Albizu Campos se refería como “el Sacrificio Pascual”: la muerte del joven nacionalista Manuel Suárez Díaz, ocurrida durante una protesta en el Capitolio contra un proyecto de ley que pretendía convertir la bandera puertorriqueña en el símbolo de la colonia.
![]() María de Lourdes Santiago Vicepresidenta del PIP (Fotos F Pesquera) |
Justamente, en la convocatoria a los actos en memoria a de Diego y Suárez Díaz, señalaba don Pedro la obligación de recordar a los que antes que nosotros trazaron el camino: “los héroes son inmortales, como inmortal es la idea de la patria que los endurece hasta ponerlos a punto de mármol”. Por eso, cuando en el cumplimiento de esa obligación patriótica, invocamos esa inmortalidad como guía en nuestros esfuerzos de hoy, buscamos apuntar a la pertinencia del ejemplo y las enseñanzas de nuestros grandes hombres y mujeres al momento histórico que vivimos. Y hoy yo quisiera, de forma especial, subrayar la importancia de que en el Partido Independentista Puertorriqueño recordemos a José de Diego en el Puerto Rico de abril, casi mayo de 2006.
De hecho, de lo que significa de Diego para nuestras circunstancias actuales, para nuestro Partido, se han dado cuenta otros, que animados por su agenda contra la independencia y contra los postulados sociales del independentismo, a ochenta y ocho años de la muerte del patriota aguadillano, insisten en renovar los ataques a su figura. No sé si vieron el periódico El Nuevo Día del 16 de abril, natalicio de de Diego. Tres noticias, le dedicaron a nuestro Caballero de la Raza. ¿Y qué decían esas notas periodísticas? En la primera, la “figura del momento” que aparece en la página 3 del periódico, se decía que a de Diego se le debía reconocer “independientemente de su ideología”, igual que—naturalmente, hay que reconocer a José Celso Barbosa, Muñoz Rivera y no sé a cuántos más. Y una se pregunta ¿Cómo es que se reconoce a alguien independientemente de su ideología? ¡Si la importancia, el legado, la trascendencia de de Diego está en su ideología!
La segunda nota –casi a página completa— la dedicaron a hacer un recuento de lo que dijeron los peores detractores de de Diego, Nemesio Canales y Luis Lloréns Torres. Y ya que el historiador del periódico no lo hizo, vamos a aclarar algunos puntos en esa controversia. Lo que estaba ocurriendo en ese momento era lo siguiente: cuando de Diego estaba más firme en que no se podía perder el norte de la independencia, cuando le estaba haciendo frente a las corrientes autonomistas en el Partido Unión, lideradas por Luis Muñoz Rivera, Luis Lloréns Torres ya se había ido en la jaquita baya por el sendero entre mayas del transaccionismo con el régimen. Y lo mismo Nemesio Canales, a quien nadie puede llamar el más ferviente defensor de la independencia. Les digo más, en la familia Canales, quien sacó la cara por todos ellos fue una mujer, fue esa patriota que izó la bandera de la República el 30 de octubre de 1950, doña Blanca Canales, a quien hoy, en esta noche que se le dedica a la mujer patriota, tenemos que recordar con especial devoción. Doña Blanca, que en el altar de la patria acompaña a doña Lolita Lebrón, a doña Isabel Rosado, y a tantas otras. Y para que vean lo que pasa cuando el régimen se quiere adueñar de la historia y desvirtuarla; el verdadero valor histórico de la Casa Canales, en el barrio de Coabey en Jayuya no fue que allí viviera Nemesio; su valor consiste en que fue por un tiempo hogar de Pedro Albizu Campos y cuna de la Revolución. Y en ese lugar, tierra santa para los independentistas, ¡tienen colgando en las paredes retratos de Muñoz Marín!
Pues ese encono de Lloréns contra de Diego se recoge en varios escritos del juanadino, que primero, se dedica en un artículo de la revista Juan Bobo, a atacar a de Diego “porque no podemos tener en nuestro seno a un hombre entregado a los americanos”; lo compara con una víbora, y le reclama que su viaje buscando apoyo para la Asociación Antillana es “un viaje de recreo”. Además del artículo, Juan Bobo publicó caricaturas ridiculizando a de Diego. Interviene entonces Manuel Camuñas, pidiéndole a Lloréns y a Canales que desistan de los ataques a de Diego, porque esa campaña “no conduce a ningún fin beneficioso a nuestra colectividad”.
Esta comunicación privada es publicada, según ellos mismos admiten, sin permiso, por Lloréns y Canales en un escrito conjunto en el que responden a Camuñas, primero, que no aceptan que hayan atacado a de Diego y que: “Hemos combatido su política, no porque la consideremos mala, sino porque la consideramos inoportuna en el actual momento histórico. Honradamente pensamos que es injusto hostilizar al pueblo norteamericano en este momento en que aquel pueblo se dispone a mejorar nuestro status”, y aseguran que “en nada creemos haber ofendido o lastimado la personalidad privada del caudillo separatista”.
Ese Lloréns que tanto desprecio destila hacia de Diego, es el que más tarde, en su escrito titulado Desde su tumba Muñoz Rivera nos señala el patriotismo, se refiere a “La voz apostólica de Muñoz Rivera, nuestro máximo prócer y consejero y padre espiritual”, y anuncia que ha llegado “…la hora de que, ante el Congreso de los Estados Unidos, rompamos el silencio con las siguientes o análogas palabras: Con vosotros, hombres del Congreso, estamos los puertorriqueños peleando bajo vuestra bandera…bajo vuestra gloriosa bandera –y recuerden que ya aquí estaban los puertorriqueños peleando en la Primera Guerra como una de las consecuencias de la imposición de la ciudadanía--conscientes de que estamos peleando por la independencia de nuestra patria” .
Es bueno mencionar también, que sobre las imputaciones de Lloréns de que de Diego favorecía a las corporaciones azucareras en su trabajo legislativo porque les servía de consultor, uno de los trabajos más rigurosos sobre de Diego, José de Diego, El Legislador, de Delma Arrigoitía, apunta que “no se ha encontrado evidencia alguna que sostenga estas acusaciones”.
Aclarado el punto, sigo con los espacios dedicados en su natalicio a de Diego, porque la tercera nota periodística alegaba que no se había cumplido con el homenaje a de Diego en Aguadilla, y aunque se hicieron las aclaraciones correspondientes, ninguna corrección se publicó al día siguiente.
Ese empeño en lacerar la memoria de uno de los padres de esta patria tiene mucho-tiene todo— que ver lo que hoy vivimos en la política puertorriqueña, tanto en el tema del status como en la encerrona en que estamos en el asunto de las finanzas gubernamentales. Hay un sector de la opinión pública para el cual es un deleite ver al Partido Independentista atacado, perseguido. Esos que no tan mal nos quieren, ahora tiene que ver cómo nos hemos convertido, en los temas fundamentales, en profetas y precursores; que hoy la discusión del status marcha por el camino que nosotros habíamos anticipado y que en el asunto de la reforma contributiva, fuimos el comienzo de la voz de oposición al impuesto al consumo. Entonces, el día que no pueden atacar a los vivos, se dedican a ofender a los muertos, porque hablar mal de de Diego, o de Betances, o de Ruiz Belvis, es hablar mal de los que dieron vida a nuestra lucha.
¿Porqué, de dónde venimos? Somos el eslabón de hoy de la cadena en la que José de Diego se convirtió en el vínculo imprescindible entre el enfrentamiento contra el imperio español, representado en Ramón Emeterio Betances, y la nueva lucha contra el dominio americano que cuajó con el nacionalismo albizuísta y la fundación del Partido Independentista. Sin un José de Diego, ese espacio entre Betances y Albizu se habría quedado vacío. Pero hizo José de Diego mucho más que el papel de puente entre dos generaciones (podríamos decir hasta dos encarnaciones) de independentismo. Los talentos políticos y la fortaleza moral de de Diego son el germen de la cultura de resistencia que hoy sigue representando el independentismo.
Cuando igual que el perseguido de En la Brecha el dolor nos ha abatido, hemos escuchado la voz de Diego, y no hemos balado como el cordero triste—rugimos con la fiera ruge. Cuando las dificultades de la lucha y las ingratitudes de la historia nos han querido arrinconar, es de Diego quien nos anima: “!Levántate, revuélvete, resiste! Haz como el toro acorralado: ¡Muge!, o como el toro que no muge: ¡Embiste!”.
De Diego nos dejó, entonces, mucho más que poemas, o discursos o medidas legislativas: nos heredó una actitud de lucha. Y eso tiene un mérito extraordinario, realmente extraordinario, cuando pensamos en los tiempos que a él le tocó vivir. En el 1898, de Diego estuvo entre aquellos que llegaron a albergar esperanzas de que hubiera alguna sinceridad en la famosa proclama del general Miles, jefe de las tropas invasoras, con su promesa de gracias democráticas para Puerto Rico. Declaró Miles: “No hemos venido a hacer la guerra a un pueblo que por siglos ha estado oprimido, sino por el contrario, a brindarles protección…a promover su prosperidad y a derramar sobre ustedes las bendiciones de las instituciones liberales de nuestro pueblo”.
Cuenta el mismo de Diego que él, que había llegado a pedirle armas al gobernador español general Macías para resistir al invasor yanqui, luego de leer las palabras de Miles no insistió ante Macías porque “los conceptos de aquella alocución magnánima tenían más resonancia y trascendencia en nuestros destinos que el tronante estruendo de mil fusiles en unísonos disparos”.
Esa impresión inicial de de Diego no tardó en desvanecerse, y con el despertar de esa falsa ilusión empieza en él la conciencia de que su tarea política tenía que ser la del faro que impidiera el naufragio de la nave de la independencia. Otros, sin embargo, se deslumbraron de tal manera, que al día de hoy mientras nosotros llevamos cien años de lucha abierta contra el colonialismo norteamericano, los dos partidos de mayoría todavía se creen el cuento de la proclama de Miles. Unos sostienen que el colonialismo es aquellas de las bendiciones de las instituciones liberales de los Estados Unidos de las que hablaba el general y otros, los estadistas, no se acaban de dar cuenta de que la única protección que tienen en mente los americanos es la que les dará a ellos el muro que van a construir en la frontera para que no sigan entrando latinos.
Así que de Diego, ya desde el principios del siglo, entendió que lo importante no era lo que ese día publicaran de él La Democracia o Juan Bobo, sino dejar un legado político de oposición y resistencia para hacer, cuando tocara, la independencia. Esa es la visión de trascendencia que antes que a él alumbró a Betances y que luego dirigiría a Albizu, Concepción de Gracia y a Rubén.
Todos ellos rehusaron --hoy Rubén rehúsa—convertirse en cómplices del posibilismo. Para muchos de los contemporáneos de de Diego, la posición frente a los americanos sólo podía ser la de pedir aquello que parezcan dispuestos a darnos. Para de Diego era cuánto vamos a exigir. Esas son las dos formas de hacer política frente a los Estados Unidos que prevalecen hoy-la de estadistas y estadolibristas en el lado de la súplica, y la de los independentistas en el lado del reclamo. Eso lo vimos tan recientemente como el jueves, durante las vistas congresionales. Pues bien, hoy hablamos de Diego, a tres días de haberse celebrado esas vistas sobre el Informe del Grupo de Trabajo de Casa Blanca. Ese es el documento en que por primera vez, el gobierno norteamericano dice con todas su letras que el nuestro es un status territorial transitorio, e incompatible con el ordenamiento constitucional norteamericano, y propone como alternativas la estadidad o la independencia. Pues en el 1904, abogando por la fundación del Partido Unión, los argumentos de Diego eran que Puerto Rico tenía que alcanzar un status definitivo, porque el régimen colonial era incompatible con la democracia norteamericana, y que Puerto Rico tendría que ser o un estado de la unión o una república independiente. Por más de un siglo se le adelantó de Diego a Rubén Barrales y Kevin Marshall.
¿Y si no pasaba nada? :”la nacionalidad puertorriqueña será nuestro lema si nuestras peticiones de reforma quedan sin respuesta”, dijo—y predijo—de Diego. Ese es el Caballero de la Raza, por eso es el Caballero de la Raza. De Diego vio, en el 1904 que, con el pitiyanquismo de algunos, la flojera de otros, la negativa de los americanos a proveer una salida para el status, la clave de la resistencia estaba en la nacionalidad. De ahí que, lo que dos o tres—entre ellos Lloréns—quieren acusar como la hispanofilia de de Diego, es en realidad el muro contra la transculturación y el anexionismo. “Hablamos otra lengua, en otro pensamiento, en la onda del espíritu y en la onda del viento”. Y en su escrito El problema de Puerto Rico: “No sólo nos separan los abismos del mar y el agrupamiento de nuestra población, sino otros más impenetrables abismos y más impenetrables agrupamientos. Diferencias étnicas, históricas, sociales, jurídicas, de temperamento, de raza, de idioma, de costumbres, de cuerpos y de espíritus, que proceden de cien generaciones y treinta siglos, trazaron en el tiempo y en la vida de ambos pueblos tan hondas divisiones, tan resistentes núcleos, que su unión política sólo es asequible por un frágil artificio, por una ficción absurda, en contra de irrevocables hechos de la naturaleza y de incoercibles principios de la ley moral”.
Esa sigue siendo nuestra tesis, y el argumento principal de Rubén ante la comisión congresional el jueves pasado: la pregunta es si los Estados Unidos están dispuestos no al multiculturalismo, sino al multinacionalismo. Eso significa la estadidad y eso significa la colonia como semillero de estadistas.
Les hablaba de aquel proceso definitorio en las posiciones ante el problema del status. La contraparte de de Diego en ese proceso fue Luis Muñoz Rivera. Habían fundado juntos el Partido Unión en el 1904, pero ya para el 1915, tras una temporada de fricciones, les llegó la hora de convertirse en claros antagonistas, porque mientras de Diego insistía en el reclamo de independencia, Muñoz Rivera promovía el autonomismo entre los unionistas, diciendo que la independencia estaba bien, pero “para después”. Ahí empezó la dinastía de los temblones que se convertiría en el Partido Popular.
Albizu decía, refiriéndose a de Diego que “los hombres se recordarán por sus palabras, por su pensamiento, porque la palabra es símbolo de lo eterno”. La enorme verdad de esas palabras de don Pedro la vemos cuando comparamos la poesía de de Diego con la poesía de Muñoz Rivera.
De Diego escribe: “Haz como el río con la lluvia: ¡crece! Y como el mar contra la roca: ¡bate!”. Es el luchador que promete, aún después de la muerte: “¡Me alzaré entonces con la bandera de mi sudario a desplegarla sobre los mundos desde las cumbres del infinito!”. Es el que reta a los caballeros del norte y les dice “que os vayáis con el diablo y nos dejéis con Dios”.
¿Y Muñoz Rivera? “quiero vagar, como antes, junto a la margen del humilde río…la vejez llega, la vida es corta”. Para terminar con “No caeré, más si caigo”. ¿Cómo que no caeré, más si caigo? ¡Que no han parado de rodar desde entonces! Les digo esto por si algún día se sienten blandos de corazón y quieren ser generosos con Muñoz Marín se acuerden de que había un problema de genética, y que de casta le viene al galgo.
De Diego, entonces, en la poesía, en la política, en la acción, optó por la posición más combativa, robusteciendo la lucha para el pase de batón a Albizu Campos. Una transición muy, muy cercana: es con de Diego que el término “nacionalismo” comienza a hacerse presente, y para el Partido Nacionalista, conmemorar el natalicio de Diego competía en importancia con el Grito de Lares.
La combatividad de de Diego es la que provoca que, cuando en la Asamblea del Partido Unión en el Hotel Olimpo se elimina del programa la Base V, él la vuelva a traer a discusión para argumentarla por hora y media; con su victoria en ese debate consigue que la independencia figure como solución final de status.
Cuando desde el Congreso se impuso, con la Ley Jones, la ciudadanía norteamericana, fue de Diego quien se opuso de la forma más vehemente, y quien la denuncia como una estratagema para perpetuar el colonialismo. Bajo su presidencia la Cámara de Delegados se opone a la ciudadanía americana.
Cuando fracasa la iniciativa legislativa para que la enseñanza en las escuelas fuera en español, de Diego colabora con la fundación de instituto que llevó su nombre—y al que se le negó acreditación por ser un desafío a la enseñanza en inglés.
Cuando empieza a notar que impunidad con la que Estados Unidos, en nombre de la democracia, mantiene a Puerto Rico sometido al yugo colonial, de Diego, haciendo eco a Betances y a Martí emprendió viaje buscando apoyo para la independencia y promoviendo una Asociación Latinoamericana para “que todos los hispanos sientan el dolor puertorriqueño como su propio dolor y comprendan que el problema de Puerto Rico es un asunto de honor, una cuestión de vida o muerte para todos los pueblos y para todas las razas”.
Siempre de frente, siempre embistiendo. Sabiendo decir que no, en un país en el que todo es que sí. Decía de Diego (en un ensayo que se titula “No”): “No sabemos decir que no, y nos atrae instintiva, inconcientemente, como una sugestión hipnótica, el sí predominante de la palabra sobre el pensamiento, de la forma sobre la esencia. Tenemos que aprender a decir NO, enarcar los labios, desahogar el pecho, para que resuene en América y el mundo…con más eficacia que el retumbar de los cañones”.
Porque el que no aprende a decir NO, sabemos donde va a parar; el que no sabe resistir va a amanecer un día poniéndole precio a sus lealtades. Eso lo vivimos nosotros hoy, pero lo vivió antes de Diego. “Aseguro que los verdaderos enemigos de la independencia no están en el Partido Republicano. Estos la combaten francamente; otros quieren matarla diciendo que la aman, pero que todavía no ha llegado el momento de sacarla a la plaza; y el momento ha llegado y es hora de que el pueblo conozca a los amigos y los enemigos de la independencia. De mí sé decirles que no estoy dispuesto a defender la independencia y acercarme al gobierno para pedirle destinos. El cheque es el enemigo más encarnizado que tiene el ideal de la independencia de Puerto Rico.”
En este partido, el Partido que ha sabido decir que no, y embestir y resistir, tenemos hoy razones de sobra para sentirnos orgullosos y dignos herederos de José de Diego. Somos el Partido de la libertad, y somos también el Partido de oposición más efectivo en la discusión política hoy; la realidad es que somos la única verdadera oposición frente al gemelismo de los rojos y los azules. Oposición y no minoría, porque en temas como el de la gran crisis que agobia a las finanzas gubernamentales, el nuestro es el partido que representa las aspiraciones y los reclamos de la inmensa mayoría de los puertorriqueños. En este debate miope, absurdo en que nos han querido encerrar –que si no es el 5.5% es el 7% y si no es el 7 es el 5.5—el PIP es el que ha dicho que no. Ni cuatro, ni cinco, ni siete por ciento de impuesto al consumo. Cero porciento a los trabajadores y a las familias, y a los que más tienen, una mayor responsabilidad. Porque por las carreteras públicas por las que transitamos nosotros, también transitan los camiones de las grandes corporaciones. Y el agua que a nosotros nos llega-y que a muchas familias no les llega—es la que también consumen las grandes empresas. Y con la electricidad por la que estamos pagando más que nunca, también se alumbran las oficinas y las fábricas y los comercios del gran capital.
Hemos sido los únicos que, en este debate, hemos traído seriedad y sentido. Y en esto, tenemos que reconocer el trabajo extraordinario de un mayagüezano, el Dr. Edwin Irizarry Mora, responsable de buena parte de los esfuerzos que se ha hecho en este tema. Al día de hoy hemos radicado cuatro medidas para atender la reforma y la crisis inmediata. Hemos sido, además, los únicos en denunciar que lo que está ocurriendo va más allá de la ineficiencia, la corrupción, las pocas luces de los que han administrado el país. Esta es la agonía de la colonia, la prueba de que el dominio de un país sobre otro no sólo es moralmente repugnante, es la receta de la pobreza y el estancamiento.
Y, hay que decirlo, parece que nosotros, el partido pequeño, es el único que puede en Puerto Rico caminar y mascar chicle. El jueves, mientras Rubén estaba en Washington deponiendo en las vistas congresionales, atendiendo el asunto más importante, el fundamental del status, en Cámara y Senado, con el auxilio de Edwin, estábamos trabajando alternativas para el cierre del gobierno. Las trabajamos y las sometimos, y les puedo decir hoy que si no hay un acuerdo, si la crisis persiste, es por voluntad del PNP y el PPD, porque las alternativas nuestras están ahí, y son una salida real y eficaz.
Otra vez, la voz de José de Diego: “No os asuste nuestra pequeñez, ante la grandeza de nuestro pensamiento, que lo mejor para lo pequeño es subirse a lo grande, y sería curioso ver qué pueden un elefante contra una hormiga en un oído, un rinoceronte contra un gorrión en el cuerno, un águila contra un piojillo en el párpado, una ballena contra una lapa en el hombro”.
Don Pedro Albizu Campos nos decía “de Diego soñó que un día la quimera se levantaría sobre las cenizas y ya es hora de de Diego, es la hora de la inmortalidad, es la hora de la independencia”. Viendo acercarse esa hora, nosotros, los que somos independentistas siempre, rendimos homenaje a José de Diego, Caballero de la Raza, reiterando nuestros votos de luchar por un Puerto Rico en libertad y con justicia. No atendemos, como nos decía de Diego, “ni a tardanzas ni a obstáculos en el amor del ideal”. ¡A la lucha y a la victoria!