denismarquezFondoBlanco

Detener la vuelta a la noria

Por Denis Márquez
Secretario de Organización
Partido Independentista Puertorriqueño
Publicado en Metro
9 de octubre de 2015

Por décadas hemos visto corrupción en el gobierno desde el empleado de más bajo rango hasta los encumbrados jefes de agencia, legisladores, jueces y alcaldes. Pero no podemos despachar el problema señalando únicamente que siempre existirán en el gobierno personas que le faltan a la ética y a la moral pública. La corrupción gubernamental en sus diversas manifestaciones es noticia y anuncio constante pero, sobre todo, es clara consecuencia y está estrechamente vinculado entre otras cosas a la situación económica y al modelo económico, al clientelismo político, al rampante deseo de lucro, al narcotráfico, y a una

estructura gubernamental que condena el principio de mérito y premia el activismo político.

Se manifiesta concretamente, por ejemplo, en la ausencia de divulgación y transparencia en los procesos gubernamentales como las subastas, la otorgación de licencias y permisos, la discriminatoria contratación de servicios profesionales en las agencias de gobierno e incluso en el aumento en los gastos de campañas políticas de los partidos coloniales. El más alarmante ejemplo de corrupción en el gobierno, por sus violentas y directas consecuencias en la ciudadanía y en la protección de derechos constitucionales, es la de la Policía. Las noticias de años sobre arrestos de miembros de la policía de todos los rangos son espeluznantes porque se trata de la agencia de gobierno cuya principal función es la seguridad y protección ciudadana en todos sus ámbitos. Los arrestos de policías vinculados al narcotráfico revelan lo extenso de los tentáculos de la mafia empresarial del narco: brindan protección a narcotraficantes, participan del trasiego de drogas y venden servicios de protección jamaqueando a esa agencia y a la conciencia social. Por otro lado, proliferan los arrestos o intervenciones a ciudadanos de forma discriminatoria por su origen nacional y su condición social y se incrementa la ausencia de rigor en investigaciones de crímenes. Otra manifestación de terribles consecuencias en esta agencia es el nombramiento a puestos directivos por afiliación política. Es imperativa la necesidad de transformación y de activa participación ciudadana en este proceso.

Estamos a par de meses de que comience el año electoral y el pasado nos ha dado múltiples ejemplos de que las campañas políticas han sido otro grave ejemplo de corrupción gubernamental. La entrega de dinero a candidatos a cambio de diversos tipos de contratos, el nombramiento gubernamental o el ascenso laboral, el aumento de sueldo aun en tiempos de crisis y las aportaciones desmedidas a campañas políticas son todas semillas y abono para la crisis de corrupción. Hemos insistido en el pasado y lo reafirmamos hoy, el proceso electoral tiene que ir acompañado de una limitación en los gastos y del periodo de campaña. Así mismo, se ha comprobado que el financiamiento privado de las campañas es un lastre para el país que promueve la corrupción y opaca el debate de ideas y de propuestas concretas, creativas y productivas.

Mientras la población se abstenga de participar o continúe respaldando a los gobiernos de siempre, continuaremos dándoles vueltas a esa noria, en ese círculo de la corrupción con más arrestos, discriminación y mayores deficiencias en la calidad de los servicios públicos a los que tenemos derecho. Para atajar y combatir la corrupción desde el propio gobierno se necesita algo que los actuales y recientes administradores gubernamentales no tienen ni han tenido, voluntad política para transformar de arriba abajo las agencias, cambiar las políticas de cómo enfrentar los problemas actuales, vinculados a la desigualdad social y económica y al problema de la salud mental. Esto se trata de tener verdadera voluntad para que lejos de influencias, predomine el principio del mérito en la gestión pública y no el clientelismo político; de tener voluntad para reformar el esquema del gasto electoral para que las ideas sean las verdaderas herramientas de cambio y no la fanfarria. Hablamos de voluntad política y de respeto por la gestión pública, por la entereza moral y social que nos saque del círculo de la corrupción y le pongamos punto final.